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miércoles, 23 de enero de 2019

VII. EL FUTURO DEL VETIVER HUMANO

La cultura del Vetiver: Resultado anónimo de una obra maestra



Fotorreportaje ecologico por: Nicolas Rodriguez Donoso
Tutora del Trabajo de grado: Ayarí Orellana

           Detrás de la cortina de Vetiver hay una singularidad y un decreto de prosperidad: Lo que se teje, se hace y se transformará. Pasado, presente y futuro convergen. Herencia, trabajo y patrimonio se unen.

La cultura se embriaga de buen augurio, hay una promesa cumplida de red armónica y crecimiento sostenible. Así es esta práctica de agricultores y artesanos que se hace cultura en la comunidad de la Montaña.


    Los iniciadores del proceso formativo, del cultivo y manufactura del pasto Vetiver, desde la Posada Momentos, Aura y Efrain, están contentos con la fibra y están ávidos de armar esos espacios bellos y naturales, que le sirven al turista para reflexionar. Los tejedores están comenzando a sentirse, y el Vetiver está allí como fuente de creación. El Agroecoturismo es pionero en el encuentro sensible del ser humano y la naturaleza.  En un mundo en crisis ambiental, se está abriendo un camino de acercamiento cuyo futuro inmediato es una reflexión consciente. Los seres humanos le deben reciprocidad a la naturaleza, tienen y tendrán un compromiso. El cultivo y manufactura del Vetiver son más que modos de producción. Se trata de procesos para formar una conciencia.


 El futuro está en las mesas del Restaurant de la Posada y se come con carisma y delicadeza. El tejido armonioso del Vetiver  en las mesas invita a la reflexión y al recogimiento. Para los que han visto todo el proceso desde  la siembra, pasando por la cosecha y el tejido, es la demostración de que los sueños pueden transformarse en belleza compartida. En la mesa  se convoca a la prosperidad, y una bien servida, encanta al invitado. Varios elementos confluyen para crear  este espacio sutil de detalles: una sólida y liviana estructura de metal sobre la cual se teje con fibra de Vetiver, la tela de manteles  de algodón de Lara, las servilletas que simulan aves del paraiso alzando el vuelo, el arreglo floral en el centro con flores  del crotón nativo y las grandes copas de vino para celebrar todo el paisaje tropical que se observa por el gran ventanal.



 
  La invitación es a compartir y ahora no hay sólo la mesa, hay un salón completo en la Posada para compartir con el Vetiver tejido y armonizado con la decoración. Metal, fibra, vidrio y madera todos juntos están servidos. La geometría de  mesas rectangulares es suavizada con sillas redondeadas  y curvas, es un espectáculo natural y cinético donde la Ecología se hace experiencia Pensando en Vetiver.







  Aquí , transfigurada en lo humano está resonando la energía del paisaje original: un pasto verde y  vigoroso abrazado a una tierra  húmeda y plena de sol. Hay un secreto a voces que invita a compartir la belleza con los otros.

  




Cuando lo haces así, quien invita es el primer invitado, humano Vetiver, Vetiver humano.  Los niños tejedores no sólo conocen, saben. En sus aventuras vive el pasto y en sus sonrisas y gritos el sentir humano.


¡Ay de los niños adolescentes que crecieron sumando voluntades con el Vetiver!. Aquí Christopher Gutierrez, hermano de David compartiendo con su madre la ilusión del Vetiver que canta como gallo y pone huevos como gallina en el patio de la casa. La imaginación crece como el pasto y se cultiva  en esta familia una confianza y alegría activas, que compensa aquellas momentos tristes y desalentadores, que también tiene la vida.


                                                                                                         




Olivia Nuñez y Luis Pérez, Los padres de Anita, la tejedora del Vetiver, ahora de 15 años, celebran que su hija sea una cultora de este pasto singular. Aquí en la montaña los niños están creciendo con el Vetiver. Sus sueños se están multiplicando, y aunque los adultos no lo noten completamente, la brújula infantil apunta a una vida ecológica y sustentable. Anita ama a su perro Scooby, y lo consiente, y también en su patio tiene un gallinero y matas de cacao, arboles de guayaba, matas de cambur, y por supuesto, pasto Vetiver. Las gallinitas parecen solo artesanías, pero literalmente están tan vivas como Scooby, porque para los niños del Vetiver la imaginación es natural. En la tarde, después de llegar de la escuela, el pasto se apoderará del tiempo, y los niños continuarán tejiendo, porque aunque parezca cosa extraña e imposible, el pasto verde está enraizado en la tierra fértil de sus pensamientos. Están Pensado en Vetiver.


     Las tradiciones se han vestido de Vetiver, en la montaña hay una celebración. Los ángeles simbolizan un espacio para la protección y la bondad. El cultivo del pasto Vetiver es una escuela sin fecha de caducidad, está viva y despierta en las almas de los niños tejedores. El ojo del reportero fotográfico está impresionado. Con las imágenes de la cultura del pasto Vetiver, no solo se dice más que mil palabras, se trata de algo que ocurre dentro de las personas y que las hace mejores. Se trata de un fotoperiodismo ecológico que redescubre a la noticia, no solo como información, sino como la conexión con la herencia natural, fenómeno íntimo profundamente ignorado pero que al fin y al cabo es lo que le da propósito a esta existencia, plenamente consciente, cuando es amorosamente compartida. Hacer un fotorreportaje ecológico: Ecología, fotografía y reportaje es contar ésta historia en un espejo, y durante el enfoque fotográfico cuidadoso, volver al punto de inicio: “¡No soy yo, no soy tu, somos todos!” Pensando en Vetiver. 


Vetiver: No soy yo, no soy tú, ¡somos todos!

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