Cuando los rizomas se convierten en personas
Fotorreportaje ecologico por: Nicolas Rodriguez Donoso
Tutora del Trabajo de grado: Ayarí Orellanao
La niñez es una
huella para el resto de la vida. David Nuñez Gutierrez ,
un adolescente de 14 años y Rocky, su perro de 4 años, comparten un momento
íntimo como el de Rómulo y Remo con la loba protectora y madre que los
amamantó en la tradición romana. Los perros nos eligieron hace miles de años como compañeros, y ahora es el épico momento en el que una planta pionera (VETIVER) nos recuerda que siempre hemos estado unidos a la heredad de la tierra, del sol que la ilumina y de los seres verdes que la interpretan. Es un momento de calma y concentración en el
entorchado del Vetiver. David está apenas aprendiendo el oficio. Todo comienza
poco a poco y la vida cobra un sentido mágico, porque por un instante, niño,
perro y pastizal, se ven como siempre han sido los seres vivos, parte de la misma esencia, en el mismo viaje del aliento vital. El efecto y el afecto se unen en una explosión creativa de ecología profunda.
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Miguel Angel Espinoza Nuñez es un tejedor incansable. Con sus 12 años ha
decidido enseñar y jugar con el Vetiver. Es amigo de David, quien no puede
caminar por un impedimiento físico. No hay obstáculos. Las sonrisas son como el
agua, penetran y alimentan todo. El
Vetiver abre el compás de esta sencilla y poderosa alegría compartida.
Para David, el entorche o enrollamiento del pasto es algo
que disfruta, porque de la nada, aparece una crineja y es entretenido ver como
se forma. Hay un punto de atención que importa mucho para poder aprender y
crecer.
Mariangel ha crecido durante tres años con el Vetiver como
vida y motivación de todos los días. Sobre una colcha de Vetiver se quedó
dormida. ¿Que hay en el sueño de un niño complacido?. Quizás toda la inocencia
de una semilla que germina y espera.
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Cuando se
camina por la comunidad de la
Montaña observas los niños tejiendo, en
el patio de su casa, y su ropa secándose con el sol yaracuyano. El vetiver es
una bandera creciendo al fondo en el
pasto de la casa, y otros niños, están viendo y aprendiendo de lo que hacen los
pequeños maestros tejedores . Anita Humedece la fibra de Vetiver y luego,
Miguelito entorcha y teje sobre los esqueletos de pequeñas sillas donde se estudia y donde se
juega. Poco a poco, la fibra de Vetiver va vistiendo todo el lugar del encanto.
Los niños del Vetiver de la Montaña jamás lo van a olvidar y más tarde, el
camino recorrido tejiendo, será la semilla de confianza y amor por la
naturaleza para el resto de su vida. Si puedes
entorchar, tejer y terminar tu obra en Vetiver, ¿ por qué no tener el
coraje y la imaginación que requiere vivir, servirse y servir, conocerse y
conocer, saber y compartir?
Vetiver: requiere vivir, servir y servirse,
conocer y conocerse
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