Del como una técnica artesanal es modo de producción y de reflexión ecológica
Fotorreportaje ecologico por: Nicolas Rodriguez Donoso
Tutora del Trabajo de grado: Ayarí Orellana
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Ya se habían sembrado las
plántulas en un espacio soleado , que no tenía árboles, hace 3 meses. Todo lo
necesario para crecer era regar con el agua de la quebrada.
Lección 1: Era el momento
de cortar para cosechar las hojas que
son las antenas verdes del Vetiver. Hay fuerza en la mano para empuñar esta
espada de hojas. El pasto no muere. Todo lo contrario, hay una sola palabra que
se activa en el mensaje a los rizomas y raíces del lado oscuro: vamos a
regenerar y prosperar, hay que seguir
echando brotes y fabricando azúcar traduciendo las ondas de la estrella solar".
Lección 2: La cosecha y cabellera de Vetiver es secada al sol. Sus hojas ahora son hilos de azúcar con un toque de lignina. Bien secos están listos para comenzar a inventar en el telar de la imaginación. En ese momento comienza el artesano. Hay mucho trabajo para todos los que están dispuestos a tejer.
Lección 3: La mano suave toca
la fibra y la siente. Aún, con los ojos
cerrados, el Vetiver penetra los
sentidos y te anima a seguir adelante. Sobre un soporte metálico tipo marco, se
sujeta la fibra y comienza el enrollamiento sobre si misma, el entorche.
La mano dirige a la fibra. En nuestro
cerebro, sentir y hacer, se conectan con la geometría de una espiral que va a
ir creciendo en fuerza y sentido. Es un portal transformador de hoja de pasto a
objeto creado.
Pocos
saben mucho de matemáticas, pero en esta calle creativa, muchas personas
sienten a la matemática en su arte.
Firme, tensa fibra entorchada sobre si misma, continua el trabajo para cubrir las otrora sillas desnudas. Dedican toda una semana profesores y aprendices, y con el tiempo todos tejen, porque hacerlo es como parte del recreo. Mientras tejes vacías la mente, y eres uno con el Vetiver.
La mano y la fibra cuidan la cobertura de esta serpiente vegetal. Se Requiere paciencia, pero vale el esfuerzo, solo por el juego de enrollar y tejer. Los niños trabajan unidos e individualmente vistiendo estas viejas sillas, otrora solamente desechos. Ahora el Vetiver es el vestido de gala. No solo es la fibra, es la dedicada y delicada energía de este esfuerzo por transferir y multiplicar la belleza natural.
Hay un
orden que invita al orden. Se construyen
poco a poco los asientos. Aquí hay
tiempo para cada uno y para todos. Cada uno reflexiona y respira y continua. Es
una invitación a perseverar.
Jeriká Eloí con sus 13 años está conforme y orgullosa de
su asiento y dispuesta a continuar
nuevos proyectos.
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Dice el artesano. “Si preparo las
cuerdas o crinejas del Vetiver entorchado puedo hacer otras creaciones, y empezar
la cestería, y el Vetiver no vence y no se lo comen las termitas. Seguramente
porque tiene olor a perfume”.
En el
patio de la casa mientras Teresa lava las ollas, Maríangel y Ana Victoria tejen, con la
fibra del Vetiver sembrado en el patio de su casa. Tejer en la montaña ya es algo cotidiano y natural.
Miguelito,
un niño de trece años, entrega el secreto a voces de un artesano del Vetiver. “me
siento tranquilo, mientras tejo pasa el tiempo y todo mi cuerpo está unido, ya
no estoy solo y el Vetiver es un espejo donde mis pies y manos se alcanzan,
hacen que me sienta capaz de jugar, inventar y no tener miedo, de estar
reposando y volar como los pájaros… Vetiver es libertad”.
Vetiver: Es Libertad y quietud
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